La
música, este es el fin supremo del instrumentista, pero el camino que nos
presenta ofrece una serie de dificultades relacionadas con las características
físicas del instrumento que deberán ser superadas.
Sólo
un trabajo sistemático permitirá al músico aproximarse al fin deseado. Sin
embargo, alcanzar la cumbre no está al alcance de todos y el buen resultado
alcanzado un día no nos asegura poder lograrlo siempre. Estas cumbres del arte,
en efecto no son un Olimpo donde vivirán siempre los dioses, son mas bien una
suerte de ideal estético, inmaterial, que una nada puede hacer retroceder,
alejar e inclusive escapar y desaparecer completamente cuando el trabajo
decrece, también, como aquellos que un día se vuelven ricos, no desandan todo
el camino para atravesar de nuevo todos los obstáculos a fin de respirar
todavía y todavía el aire de esas cumbres de acceso tan difícil. El camino a
este ideal exige al instrumentista empeñarse en un trabajo titánico y
minucioso, indispensable para el incesante perfeccionamiento de su maestría.
En
el caso de los trompetistas, la mayor parte de este trabajo está consagrado a
la restauración de su embocadura débil y caprichosa que le plantea un problema
y un cuidado cotidiano. Día tras día cada instrumentista se plantea las mismas
preguntas: ¿por dónde voy a comenzar? ¿cómo organizar mi trabajo hoy? ¿qué
ejercicios hacer? ¿qué método tomar? ¿qué mejora aportará tal o cual
ejercicio a mi técnica? ¿qué resultados obtendré de este trabajo que haré?.
No encontramos una respuesta efectiva a estas preguntas ni en la literatura
metodológica, ni en los manuales pedagógicos, ni colecciones de ejercicios,
estudios, etc. La razón de esto puede ser que el proceso de desarrollo de la
técnica instrumental es un fenómeno profundamente personal ligado a la
sicología, y a la sicología de cada individuo, a sus aptitudes innatas de
instrumentista, a sus condiciones físicas de trompetista que la naturaleza le
ha brindado.
No
podemos considerar los ejercicios que constituyen el trabajo cotidiano, personal
del trompetista como algo standard aplicable en cualquier momento y en cualquier
ejecutante, este sistema debe ser un proceso creador destinado a desarrollar la
capacidad de cada individuo. Las capacidades en la ejecución del instrumento
varían de un ejecutante a otro. En consecuencia es evidente que un mismo
ejercicio no dará los mismos resultados a dos trompetistas con cualidades
físicas diferentes: digamos por ejemplo que un trompetista tiene labios
débiles, pero con una buena flexibilidad técnica mientras que otro posee
labios fuertes dotados de una gran resistencia, pero con una flexibilidad muy
mediocre. Entonces encontramos a uno con los labios fatigados y al otro con los
labios reposados. Uno y otro no pueden trabajar la trompeta en forma análoga.
En
los músicos que ejecutan instrumentos de viento de metal, la técnica depende
de la coordinación de los músculos de los labios, la lengua, aparato
respiratorio y dedos. Tocar un instrumento de viento de metal requiere gran
esfuerzo y cierta tensión, especialmente cuando se tocan fortes o notas
agudas. Para alcanzar las notas agudas, así como para obtener un buen tono,
hace falta saber controlar los labios. Es bastante normal intentar alcanzar un
sonido armónico en particular y errar o "romper" una nota. La
práctica constante ayuda a fortalecer los músculos labiales. Los músicos de
vientos de metal también deben hacer con regularidad ejercicios de
respiración, que ayudan a desarrollar el diafragma.
Enseñanza
de base, ¿una lotería?
Primeras
Lecciones:
Los
primeros intentos de los principiantes pueden hacer que su futuro aprendizaje
instrumental sea un calvario o una aventura exaltadora.
A
pesar de los progresos evidentes de la pedagogía musical y de la técnica
espectacular que alcanzan hoy en día numeroso instrumentistas de metal, las
primeras lecciones de iniciación en el contacto de la boquilla y del
instrumento, independientemente del talento potencial de los candidatos,
constituyen una etapa clave en la enseñanza instrumental. Pero todavía se deja
demasiado a menudo este período de la vida tan delicado en manos de músicos
hombres o mujeres inexperimentados, cuando se sabe hoy en día que precisamente
en esa fase tendrían que intervenir profesores muy bien formados. Sigue
habiendo todavía demasiados estragos, a veces irreversibles a ese nivel.
Primer
contacto y ejercicios preliminares
Lo
esencial es crear un clima apacible, de confianza, para que el (la)
principiante se sienta a gusto intentando hacer, sin crispación, los pequeños
ejercicios de la iniciación que se le van a proponer en forma de juego.
También se puede si es necesario, explicar la importancia de esos pequeños
ejercicios preliminares en relación con la práctica que segurá:
1)
Juegos del aire, de respiración y de la vibración de los labios (buzz).
Juegos
múltiples con el aire (toser, soplar en el dedo, soplar caliente, soplar
frío, lentamente, rápidamente, entrecortado, etc., inspirar lentamente,
rápidamente, entrecortado, etc.)
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Intentos
de puesta en vibración de los labios solos (buzz). Juegos para el
mantenimiento del equilibrio entre el aire (soplar suve, soplar fuerte,
soplar progresivamente menos fuerte) y la resistencia de los labios (más
o menos tensos, más o menos mojados).
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Experimentarlo
hasta que el "buzz" pueda ser mantenido unos segundos o estabilizado
durante toda la duración de la respiración.
Una
de las reglas esenciales de esta pedagogía de iniciación se sitúa en el
concepto "hasta que". No es constructivo pasar a una fase más
compleja hasta que no se haya logrado la presente. Los problemas no harían más
que acumularse.
2)
Juegos de coger el aire, del buzz a la boquilla
Ya
se puede intentar que comprendan la articulación del paso de la boca a la
boquilla con el aire solo (sin buscar el buzz). Luego, cuando el buzz con los
labios solos está bastante estabilizado, hay que pedir al alumno que intente
cogerlo con la boquilla (ev. que cierre los ojos para concentrarse más). Lo
mejor, como decía James Stamp, es sujetar la boquilla entre el pulgar y el
índice de la mano izquierda (para los que se sirven de la mano derecha) y
llevar el borde muy delicadamente a los labios en vibración (buzz), en el lugar
ideal, sin que se pare el buzz. Evitar toda la precipitación durante esas
pruebas determinantes.
Recordar
siempre que esta práctica se basa en la adquisición de una técnica, de una
sensación y que hay que preservar "hasta que".
Esos
juegos de iniciación pueden (y si es necesario, deben) durar el tiempo que haga
falta, una semana o más, el maestro es el que tiene que controlar y ser
paciente. Lo principal es explicar por qué es tan importante controlar bien
esta primera etapa y hacer las demostraciones adecuadas para que el alumno sepa
exactamente de qué se trata.
Nadie
puede hacer lo imposible. Existen casos naturalmente de incompatibilidad (déficet
del oído, problemas de dentición juvenil, etc.) en los que conviene diferir la
experiencia a un período ulterior, o aconsejar al candidato que elija un
instrumento más apropiado, incluso un campo artístico totalmente distinto.
Primera
lección del principiante según el trompetista Bo Nilsson
Si
el alumno es muy joven, no es necesario hablar mucho. Basta con encaminar
el placer de la práctica musical y hacer resaltar con convicción los
recursos del instrumento elegido... En esa fase, la mejor pedagogía es la
de la imitación.
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Proponer
una demostración de unas notas tocadas con la boquilla sola en el
registro medio y luego proponer una imitación. Intercambiando sin
palabras. El alumno escucha e intenta reproducir lo que ha oído.
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Luego
intentar hacer lo mismo con el buzz de los labios solos por secuencias muy
breves.
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Al
principio, evitar absolutamente que el alumno se meta en el atolladero del
grave. Un do grave en una trompeta en si bemol es una nota muy abierta que
provoca una dilatación de la embocadura. Una vez que se va por ese
camino, el acceso a los registros más agudos resultará difícil.
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En
ese momento preciso es cuando se comete el error más frecuente con los
principiantes.
El
grave debe salir con la misma embocadura que para el agudo, simplemente un poco
más relajado.
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